Vengo de regreso a casa con la emoción en el cuerpo después de dos días intensos de compartir ideas, experiencias, deseos y proyectos en Barcelona. Ha ocurrido en las “Jornades Inclusió: una escola de tothom per a tothom” que ha organizado el Departament d’Educació de la Generalitat de Catalunya. Confesaré que suelo desconfiar —seguramente por deformación profesional— del papel de los políticos en estos eventos: suelen inaugurar, llaman a la prensa para ese momento en el que dicen lo bien que lo hacen y se van. Dejan allí a la gente a la que debe interesarle el tema, porque ellos suelen tener la agenda para otras cosas. Entonces, nos miramos, nos encogemos de hombros y seguimos a lo nuestro.
Pero en esta ocasión me he quedado sorprendido, porque es la primera vez que veo algo así: la Directora General de Educación Inclusiva y la Subdirectora, junto con todo el equipo, han estado allí desde el minuto 1 hasta el final. Y ya sé, eso no significa que todo lo que allí se dijese vaya a ser asumido, ni que las políticas educativas vayan a cambiar de repente, pero este paso no es una tontería. Como tampoco lo es que ese equipo esté conformado casi íntegramente por mujeres. Porque en ese estar, había una intención, que no es tan común asociar con los cargos políticos: escuchar y aprender. Eso en estos tiempos es un soplo de aire fresco.
Más allá de esto, las jornadas han ofrecido todo tipo de momentos: de reflexión, de emoción, de debate, de exponer y confrontar ideas, de compartir prácticas, de crítica… En definitiva, construcción colectiva. Un teatro lleno hasta la bandera de gente que quiere que las escuelas avancen. Y todo ello alimentado por gentes a quienes admiro, como Jesús Soldevila (de la Universidad de Vic), Cecilia Simón (de la Universidad Autónoma de Madrid) o Sesa Camean (de Revolta Educativa). Y pusimos de manifiesto, como en un coro, que hay que darle la vuelta al sistema educativo, en una revolta, sí, porque la educación inclusiva no es un proyecto complaciente, sino retador y revolucionario. Para que todo el mundo aprenda del resto.
Y descubrí a un estudiante, Jonatan, que ha aprendido a mirar para adelante, y a dejar en el olvido a quienes no quieren avanzar. Eso es un aprendizaje enorme para mí. Y también escuché a una madre que, tras perder a uno de sus hijos, decidió que seguiría peleando por una escuela en la que hubiera sido valorado con el respeto que toda persona merece. Y eso es combustible del bueno para el resto. Y conocí a un orientador jubilado, que me trajo su ejemplar de uno de mis libros, que había leído en dos ocasiones antes de perder la vista. Y me emocionó que quisiera que se lo dedicase, y el abrazo que nos dimos aún me acompaña. Y una profesora sorda, que me dijo que se había reconocido en mis palabras. Varias personas me dijeron que allí había comenzado algo… ¿Qué será? ¿Cómo será? ¿Quién lo hará?
Lo que sí sé ya es que un movimiento como este camina con la emoción verdadera que mueve al verbo construir: el amor. Como el de esa madre. O como el de Jordi, el director de una escuela especial de Olot, que inventa e inventa para hacer procesos con la mejor arquitectura social para hacernos avanzar juntos a través de la colaboración. Son esas personas las que generan cambios sociales de los que sentimos orgullo, siendo críticos con un sistema que se autocomplace en el inmovilismo, a pesar de que no contenta a nadie. Pues ya dije que he aprendido algo de Jonatan: ahí se quedan quienes siguen apegados a lo que hay, con su retahíla de excusas que nos sabemos de memoria. Quienes de verdad la queremos, vamos a crearla.
Gracias a todas las personas que han hecho posible estos días de emoción e ilusión. Que pronto contemos y contagiemos a otras gentes lo que se está haciendo en Cataluña.
Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España). Interesado en la experiencia de exclusión e inclusión educativa de personas situadas en los márgenes, especialmente desde la discapacidad y la desventaja sociocultural. Empeñado en que la escuela sea un lugar donde todas las personas podamos crear sentido.
8 comentarios en «Lo que mueve la inclusión»
He tenido el privilegio de participar en las jornadas. Debo confesar que al principio me sorprendía que sigamos anclados en definir el concepto de inclusión y demostrar que es posible. Con la participación de las familias tras la película el debate que surgió removió sensiblidades. Nuevamente, las madres se destacan en este camino que es la inclusión.
Felicidades y gracias por tu aportación.
Gracias, Raquel. Es que es sorprendente. Pero quizá no entendimos bien. O manipularon la idea. O nunca se nos preguntó. Y todo eso hace que necesitemos clarificarnos, en momentos en los que parece que todo vale. No, todo no vale. Creo que es un motivo de alegría que sean las madres quienes nos llevan a descubrir nuevas cosas con emoción. Saludos!
Trabajo con personas con discapacidad soy del Uruguay maldonado
Gracias por el comentario. El reto es, siempre, que todos los profesionales trabajemos con personas de muy diferente condición, y que lo hagamos compartiendo espacios. Saludos
Mucha emoción se siente en el articulo. Gracias a todos los que lucháis por una educación inclusiva. Un cordial saludo
Muchas gracias por la valoración. Hubo mucha emoción en el encuentro. Saludos
Maestro Ignacio soy Jenny Forero Estudiante de doctorado en ciencias sociales de la Universidad de Manizales Colombia y CINDE Centro investigación niñez y juventud. Y desarrollo mi tesis sobre experiencias de inclusión y me encantaría poder hablar con usted sobre la posibilidad de hacer una pasantía investigativa en el programa que usted desarrolla
Hola Jenny. Gracias por tu interés. Escríbeme a mi email (ica@uma.es) y hablamos en septiembre. Saludos!