Las personas con discapacidad van siendo excluidas sistemáticamente de la sociedad, y van asumiendo el lugar que deben ocupar en ella. Es la homogeneidad como condición. Antes incluso de entrar en las escuelas infantiles han ido aprendiendo a ser separados de los niños y niñas que no tienen discapacidad. Sin embargo, estos procesos desembocan —más bien anticipan— una selección mayor. A través de ellos se va generando una legitimidad informal de la homogeneidad como concepto estructurante de la realidad social, de las relaciones de dominación que prevalecen en la actualidad y de la segregación de las personas con discapacidad. Y es la institución escolar la que se encarga de justificar y certificar científicamente la posición social de las personas concretas, entre ellas las personas con discapacidad.
[Calderón Almendros, I. (2014). Educación y esperanza en las fronteras de la discapacidad. Ediciones Cinca, Madrid, p. 300].