«Por un lado está la invisibilidad física, constituida por el hecho de no estar presentes en lugares, contextos e instituciones. Por otro, cuando se les ve, esa imagen está muy condicionada por el proceso de socialización. De esta manera, a pesar de que la persona esté presente, sigue siendo invisible: está allí, distante, porque está viciada por el estereotipo».
[Calderón Almendros, I. (2014). Educación y esperanza en las fronteras de la discapacidad. Cinca, Madrid, pp. 258-259].