No parece que sea una cuestión de cambio de palabras, sino de lo que hay debajo de las palabras: la gramática profunda de nuestro lenguaje. Decir «mi hija es diversa» o «nosotros, los diferentes» es claudicar del hecho de que la diversidad y las diferencias atraviesan a la humanidad. Esas expresiones también suponen un sometimiento que legitima la existencia de un grupo que subordina a otro.