La inclusión es fruto de un profundo respeto al ser humano
En las últimas décadas han cambiado muchas cosas en la escuela, pero en realidad la escuela como institución no ha cambiado tanto. Al principio de la andadura de ir construyendo instituciones educativas para todos y todas, las escuelas ordinarias comenzaron a abrirse para el alumnado con discapacidad. Era un camino penoso pero a la vez ilusionante. A lo largo de estos años, las escuelas han ido regulando lo que erróneamente llamamos inclusión (categorizando, etiquetando y protocolizando) hasta el punto de que muchas familias se han visto forzadas a llevar a sus familiares a la educación especial. Se ha convertido en una trampa, en un callejón sin salida. Todo está cada vez más regulado y controlado, con prácticas institucionales que encorsetan y constituyen obstáculos a la inclusión. La ilusión inicial se ha ido perdiendo con los años, puesto que la inclusión plantea retos complejos a todas las instituciones: a las escuelas, a las administraciones, a las familias, las asociaciones… Pero son retos que no podemos rehuir, porque de ello depende nuestro progreso personal y social.
Frente a esta realidad, muchos docentes siguen pensando que el lugar del alumnado con discapacidad está fuera de las aulas ordinarias. El argumento más utilizado es la mejora de la atención educativa, pero a cualquier niño o niña podría atendérsele mejor con una ratio menor, como ocurre en las modalidades de escolarización segregadas. Y pocas personas pensarían que es apropiado segregar a su hijo sin discapacidad para tener una mejor atención en la enseñanza. De alguna manera, seguimos pensando que unos tienen derecho y otros no, que la escuela no es de todos. No hemos aprendido a entendernos unos a otros como sujetos con los mismos derechos, a defenderlos de manera colaborativa y a cuestionar la normalidad. Sigue leyendo
[CALDERÓN ALMENDROS, I. (2014). La inclusión es fruto de un profundo respeto al ser humano. Revista Andalucía Educativa, 83.]