La escuela no solo mata la creatividad, sino que elimina gran parte de la riqueza humana al tratar de homogeneizar, calificar y distribuir a la población. Lo cual nos remite a una nueva forma de interpretar la diversidad. Educar no puede ser clasificar. Educar es, siempre, liberar.
[Calderón y Habegger, 2012. Educación, hándicap e inclusión. Una lucha familiar contra una escuela excluyente. Octaedro Andalucía, Granada, P. 143]