Es necesario que la institución escolar sea capaz de oír las voces de ayuda que nos dan los chicos y chicas en el aula, a través de códigos que aún están por descubrir. Las voces en el aula, la desatención, el absentismo, la «desviación» conductual y los códigos de fuerza pueden suponer algunas de estas llamadas desatendidas que ciertos alumnos y alumnas utilizan para pedir nuestra comprensión y colaboración, ya sea para atender a sus culturas olvidadas en la escuela o para reclamar espacios de participación real de las personas concretas o de los colectivos.
[Calderón y Habegger (2012). Educación, hándicap e inclusión. Una lucha familiar contra una escuela excluyente. Ediciones Mágina-Editorial Octaedro, Granada, p. 153]