Antítesis
«Aunque nos neguemos a decirlo (e incluso a pensarlo), interpretamos a estas personas como no humanas. Las convertimos en cosas, por el miedo a que nos afecten, y en este proceso de cosificarlas desactivamos su poder transformador: ya no podemos ser ellas. Como cuando hablamos de monstruos, cuya imagen ha encontrado su nicho en el terreno de la diversidad funcional. La discapacidad se ha considerado la antítesis de lo humano. Algo que se muestra de manera magistral en la secuencia de una película que me sobrecogió hace muchos años y que, sin yo ser consciente, me ha acompañado a lo largo de mis investigaciones: Joseph Merrick, representado en el film El hombre elefante (David Lynch, 1980), es perseguido por una muchedumbre en una estación de ferrocarril, le acorralan y, ya despojado de la capucha que oculta su cabeza, alguien grita: «¡Es un monstruo!».
Joseph responde:
¡No! Yo… ¡Yo no soy ningún monstruo! Yo no soy un animal. ¡Soy un ser humano! Soy un hombre…
Esta escena taladró mi cabeza: ¿cómo es posible que una persona tenga que defender que es humana? ¿Cuánto de esto continúa presente en nuestras sociedades actuales? Hoy sigo escuchando a muchas familias que en las escuelas repiten casi compulsivamente que sus hijos incomprendidos son personas. Algo en el entorno las empuja a hacerlo.
Tampoco en el caso de Joseph Merrick el problema estaba en su cuerpo. No fue su enfermedad, ni su fisionomía tan atípica ni sus impedimentos físicos lo que hizo que llorase de emoción al no sentirse rechazado cuando una mujer le dio la mano al final de su vida. Somos nosotros quienes expulsamos a las tinieblas a personas para defendernos de nuestra naturaleza precaria, manipulando la realidad para crear límites y fronteras que nos separan sobre la base del miedo y del desconocimiento.»
[Calderón Almendros, I. y Verde Francisco, P. (2018). Reconocer la Diversidad. Textos breves e imágenes para transformar miradas. Octaedro, Barcelona, pp. 32-33].