La resistencia es el primer paso hacia la liberación de los lazos esclavizadores que niegan y excluyen a las personas y los grupos oprimidos. Constituyen fórmulas que de una manera u otra se oponen a la interiorización y aceptación continuadas de la socialización escolar. Los actos disruptivos en el aula, la negación de la autoridad del profesorado, la desvaloración de las calificaciones, la infracción de las normas básicas (como los horarios, los espacios, las prohibiciones, etcétera) pueden constituir manifestaciones resistentes al sistema cultural hegemónico de la institución escolar. Son posicionamientos morales —muchos de ellos defensivos, otros tantos probablemente reprobables— que muestran carencias en un contexto que a menudo les niega la posibilidad de progresar y crecer, aun cuando se les obliga a someterse a diario a estar sentados detrás de las bancas.
[Calderón y Habegger, Educación, hándicap e inclusión, 2012, p. 32].