Por una escuela donde nacer, crecer y ser libres
Por Pedro Domínguez y Arasy González
Acabamos de graduarnos como maestro y maestra de Educación Infantil. Puede que este camino, el de estudiantes, se cierre pero se abren infinidad de posibilidades porque estamos aquí para agitar la vida y hacerla crecer libre, porque ese es el espíritu de la educación: hacer sentir personas libres y hacer sentir personas vivas.
Jamás escuchamos a un niño o a una niña de tres años decir: “no puedo”. Les vimos intentarlo y volverlo a intentar, y eso aprendimos, que nadie fracasa si ni siquiera lo intenta, que los sueños agotan pero también reviven, que el corazón late fuerte cuando estamos nerviosas y eso significa crecer, superarse, conseguir metas y construir esos sueños que se acercan poco a poco.
Pero por sobre todas las cosas aprendimos de a poco a ver el mundo con ojos de niño y con ojos de niña.
Aprendimos que el mundo de la infancia tiene otros tiempos, y que cuando los adultos detenemos por un instante el reloj de las prisas, del ajetreo y de la incesante rutina, el tiempo de la infancia emerge. Ese tiempo de la maravilla, del descubrimiento, de las caricias y de las miradas.
También aprendimos a observar, a sorprendernos de lo recién descubierto con cada niño y con cada niña, y a emocionarnos por ser espectadores del gran acto de sus vidas.
Y sobre todo, sigamos aprendiendo, empapándonos de la escuela, de la vida, dudando, teniendo miedos pero buscando, investigando, agachándonos a la altura de los niños para decirles: «Yo tampoco lo sé, pero juntos lo descubriremos». Porque la escuela ya no ha de ser la misma que antaño, la escuela ha de ser un lugar en el que ser y crecer fiel a lo que sentimos, un lugar para cerrar los ojos, respirar y decir que el hogar lo hacen las personas, y que estás siendo parte de un nuevo hogar al que regresarás con tan solo echar la vista atrás, sin importar los años que pasen.
Y aprendimos a escuchar con una oreja verde, como dice el poema de Giani Rodari:
Yo ya soy persona vieja,
pues de joven sólo tengo esta oreja.Es una oreja de niño que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:oigo lo que los árboles dicen, lo que los pájaros cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan.(Un señor maduro con una oreja verde)
No solo aprendimos a observar y escuchar a la infancia, aprendimos a creer en ella, y a ver en cada niño y en cada niña un ciudadano de hoy, ciudadano de presente, fuerte, potente, poseedor de derechos y generador de cambio y cultura.
Y cada una de nosotras tendrá la oportunidad de cambiarle la vida a toda una generación, a toda una clase o a un solo niño o niña, y lo conseguirá pasito a pasito y con mucho amor. Y trataremos de cumplir, con cada uno y con cada una, las palabras de Rubén Darío:
Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.(Ama tu ritmo…)
Este texto es parte del Discurso de Graduación del alumnado del Grado en Maestro/a de Educación Infantil de la Universidad de Málaga (Grupo A, Promoción 2013-17) realizado por Pedro Domínguez y Arasy González, 17/06/2017.
Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España). Interesado en la experiencia de exclusión e inclusión educativa de personas situadas en los márgenes, especialmente desde la discapacidad y la desventaja sociocultural. Empeñado en que la escuela sea un lugar donde todas las personas podamos crear sentido.
8 comentarios en «Por una escuela donde nacer, crecer y ser libres»
Las manzanas no caen lejos del árbol.
Hermoso discurso que demuestra que aprender es un acto reflexivo, de compromiso y placentero. Y eso se aprende, como hacen los niños, reflejándose en sus maestros.
Cuánta energía en esas palabras, cuánta ilusión y fuerza. Ojalá sobrevivan a esas almas tediosas que inundan muhos de los rincones de las aulas de infantil y primaria. Ojalá puedan plantar la semilla que recogen de tu mano para que un día sólo se vean árboles. Ojalá todos los maestros entiendan que tienen que agacharse y respetar al prójimo, aunque sean locos bajitos. Ojalá pronto, muy pronto…la escuela sea sólo para niños. Un abrazo y felicidades por esa enorme función de moldear actitudes.
Gracias Nikaela! Se necesita, y en eso estamos. Seguro que ellos lo consiguen. Abrazos
Como siempre el buen ejemplo se contagia, las enseñanzas, los textos, las palabras , las actividades y la calidad humana hacia todos los que están cerca y los que estamos lejos. Gracias Dr . Nacho Calderón Almendros por todo. Un abrazo desde tierras mexicanas.
Muchas gracias, María Dolores. Algo llevan de mis clases, seguro, pero también de otros muchos y otras muchas docentes que están haciendo un trabajo fnatástico en la titulación. Un abrazo desde el otro lado del océano
amé estas palabras salidas directamente del corazón… aplicables a todo acto amoroso de enseñanza y aprendizaje… escuela, terapia, vida… gracias! sueño que algún alumno de mi facu pueda decir esto al recibir su diploma
Ojalá seamos capaces de acompañar a todo el alumnado, allá y acá, para que hagan construcciones como estas. Saludos!
Que buena reflexión. Los tiempos han cambiado y así también la forma de enseñar a nuestros niños debe cambiar y adaptarse.